La primera parte no tiene mucho que contar, asfalto hasta las piscinas, pista a Piloñeta sin grandes pendientes y en la bajada a Fuensanta algún tramo de barro, posterior subida hasta el primer avituallamiento (que se salta casi todo el mundo) y aquí se entra en un tramo que ya resulta más interesante, paralelo a un bonito río, con sus molinos y circulando por la conducción de agua de uno de ellos.
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Al principio sobran fuerzas hasta para bromear con Víctor, con quien hago la primera parte del recorrido |
Al poco de superar este sector, donde puede ser importante que el ritmo no se te vaya de las manos, comienza la subida gorda del día, que al principio es un sendero de barro y peñas y en su final consiste en un "lo que surja" de tubería (canalización del agua de Los Arrudos a Gijón), peña, camino... Casi todo este tramo lo hago a rueda de un chico que me parece que lleva un ritmo muy bueno para mi. Al coronar se sigue la canalización del agua en llano y veo que ya hay gente bajando de la cima de Peñamayor (¡qué cabrones! jajaja).
Al poco llego al avituallamiento y a toda prisa como algo de fruta, reposto sales (que echo en el agua que ya llevo) y cojo un gel "por si acaso". Arranco detrás de una pareja de verde y hago el siguiente tramo bastante rápido. Se trata nuevamente de seguir la conducción del agua que, si bien tiene una pendiente casi inapreciable no es un sendero cómodo para correr y requiere ir un poco atento para no tener sustos.
En un punto del camino empiezo a sentir jadeos en la parte alta por mi izquierda, así que sospecho que empieza la subida a Peñamayor. Y efectivamente así es. Michinea :) La subida tiene tres partes: una primera por un estrecho sendero bastante llevadera hasta una collada, otra más rocosa e incómoda y la remontada final por una ladera de hierba. En general me va bien en la subida, yendo en un pequeño grupo todo el rato, con algún chiste pero a ritmo vivo.
Coronamos y, tras una pequeña transición poco empinada, empieza la bajada de verdad. La gente de la organización nos advierte que está muy mal, que tengamos cuidado, así que decido bajar tanteando. El chico de delante se cae y se hace bastante daño. Paro, le pregunto si va todo bien y, aunque se ve que el golpe ha sido fuerte (probablemente en el muslo contra una roca, por lo que pude ver) parece que todo va bien. Me dice que siga y le obedezco. Al poco rato, en un tramo muy embarrado me voy yo al suelo, por suerte sin ninguna consecuencia. El chico que en ese momento iba delante se da la vuelta y me pregunta si estoy bien. "¡Sí! ¡Sigue!".
En poco tiempo desembocamos en el collado donde está el control de paso y, por fin, un poco de pista relajante hacia Les Praeres. Sin embargo, experiencias recientes me han demostrado que estos tramos de hormigón pueden ser muy resbaladizos si están mojados (como era el caso) y ya empezaba a notar que las fuerzas no estaban precisamente al 100%, por lo que bajé a un ritmo cómodo. En mitad de la bajada, desde detrás sentí unos alaridos como probablemente no habré sentido otros en mi vida. De hecho paré unos segundos a mirar pero no vi nada y enseguida continué. En las duchas me enteraría de que alguien se había roto un brazo y otra persona la cadera, así que supongo que alguno de los dos sería el pobre (la voz era de hombre). Ojalá se recuperen pronto ambos.
Poco después llegué a Les Praeres y asalté el avituallamiento (que para eso están :D). Sin perder mucho tiempo continué hacia la Varallonga, al pie de la cual me encontré al chico que bajaba delante de mi en el Pienzu cuando me caí y que aprovecho para saludar. Me dice que está haciendo el circuito completo y que está muy cansado, que le vale con acabar. En la subida al pico me da un toque (cómo no) el cuádriceps derecho, ligero, pero decido subir más despacio. El recuerdo de Sobrescobio está muy reciente... ¡Michinea!
Al coronar el pico, la chica que va delante de mi le entrega los bastones a una amiga. Detalle feo por su parte (para mi gusto), aunque parece que el reglamento no prohíbe ese tipo de ayudas.
La bajada de La Varallonga es bastante técnica hasta el mismo Mayáu Pastor, donde una pequeña subida nos conduce al descenso por las herraduras que finaliza en las Foces del Río Pendón, tramo muy favorable para correr sobre el perfil pero no tanto en la realidad: la superficie, compuesta de piedras de tamaño medio, impide llevar un paso regular. Por lo menos la pendiente es favorable y eso ayuda.
Aquí ya se ve que no voy tan fino :) |
Al terminar las Foces llegamos al último avituallamiento, donde paro a coger un poco de agua y sigo trotando hacia Fuensanta sin grandes alardes por tramos de hormigón bastante empinados.
En Fuensanta empiezo a pensar que lo puedo conseguir solventemente. Hago la subida a Piloñeta a bastante buen ritmo y el posterior pisteo bastante relajado hasta que veo por fin las piscinas. Bajo el tramo de las mismas a la carretera general y se me pinta una sonrisa en la cara. ¡Lo voy a conseguir sin arrastrarme! El ritmo va creciendo y la sonrisa, lejos de desaparecer hasta crece. Todo el mundo que va a la ducha me anima, e incluso uno me dice que "no se puede llegar sonriendo tanto".
En la penúltima recta me ve María y me grita. ¡Vamos! Más adelante mis compañeros de Cumbre me animan también a tope: ¡ese espíritu cumbrero! Subo la recta de meta, choco la mano con el speaker y disfruto un rato de la satisfacción de haber logrado mi objetivo, mientras comento la jugada con María y mis compañeros.
Para finalizar decir que, me pareció una carrera bien organizada en líneas generales, con un buen marcado, un circuito bastante variado y lógico (también técnico y resbaladizo), unos avituallamientos buenos y, en general, una atención al corredor buena.
También un agradecimiento para los fotógrafos, que sin su trabajo al final sólo nos quedaría un recuerdo. Las fotos de este artículo son de Capitán Pola y Tano. ¡Gracias chicos!
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